MADGU. Mundo, Arquitectura, Diseño gráfico y Urbanismo. VOL. 6, NUM.12, 2023 ISSN: 2594-1208, PP.80-105
Recibido:2023-08-23
Aceptado:2023-11-10
Publicado: 2023-12-05
DOI: https://doi.org/ 10.36800/madgu.v6i12.99
Revisión metodológica de una experiencia de diseño participativo en La Rioja, Argentina
Methodological review of a participatory design experience in La Rioja, Argentina
Mariel Ávila | Juan Santiago Palero
Resumen:
Este artículo analiza un proceso de diseño participativo llevado adelante para elaborar el anteproyecto de una plaza lineal ubicada dentro de una Reserva Natural Urbana y en articulación a un Barrio Popular en la ciudad de La Rioja, Argentina. Esta experiencia surgió bajo el impulso de organismos del Estado provincial vinculados territorialmente al sector de intervención y fue desarrollada en articulación con dos investigadores académicos. En este contexto, se retomaron los aportes teóricos de los autores pioneros de la participación en arquitectura para definir el abordaje metodológico empleado en el territorio, para esto se utilizó un enfoque cualitativo, de tipo exploratorio-descriptivo a partir del cual se analizó críticamente todo el material elaborado a lo largo del proceso. El objetivo del trabajo es revisar el proceso desarrollado a fin de reconocer los alcances y limitaciones de la metodología empleada. Esto permite aportar, por un lado, a futuras iniciativas de similar escala y complejidad y, por otro lado, a la hipótesis que guio todo el proceso: es posible incorporar el diseño participativo al conjunto de herramientas que despliega el Estado en la transformación del espacio público. En este sentido se concluye que emprender procesos de diseño participativos desde el Estado garantiza cierta continuidad de las experiencias, lo cual favorece el gradual perfeccionamiento de los instrumentos empleados a partir de la evaluación y posterior retroalimentación.
Palabras clave: sarape, semiótica, imaginarios, identidad
Abstract:
This article analyzes a participatory design process carried out to prepare the draft of a linear park located within an Urban Nature Reserve and in articulation with a Popular Neighborhood in the city of La Rioja, Argentina. This experience arose from the initiative of provincial State agencies territorially linked to the intervention sector and was developed in coordination with two academic researchers. In this context, the theoretical contributions of the pioneering authors of participation in architecture were taken up again to define the methodological approach used in the territory. In this instance, the objective of the work is to review the process developed in order to recognize the scope and limitations of the methodology used. This makes it possible to contribute, on the one hand, to future initiatives of a similar scale and complexity and, on the other hand, to the guiding hypothesis of the entire process: it is possible to incorporate participatory design into the set of tools deployed by the State in the transformation of space. public. In this sense, it is concluded that undertaking participatory design processes from the State guarantee a certain continuity of the experiences, which favors.
Keyword: Participatory design, public space, linear park
Mariel Ávila
https://orcid.org/0009-0003-9447-8135 | mariela.avila@mi.unc.edu.ar
Arquitecta por la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR), Argentina. Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat (INVIHAB) de la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño (FAUD) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Córdoba, Argentina.
Juan Santiago Palero
https://orcid.org/0000-0002-3994-2607 | juansantiagoarqpalero@gmail.com
Doctor en Arquitectura por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Docente en el Departamento de Arquitectura Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y en la Maestría en Gestión y Desarrollo Habitacional de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Fue becario Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), dirigido por Ana Falú, y becario posdoctoral de la Asociación Universitaria Iberoamericana de Posgrado, en Sevilla, España. Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Introducción
Este artículo analiza un proceso de diseño participativo llevado adelante para elaborar el anteproyecto de una plaza lineal ubicada dentro de una Reserva Natural Urbana y en articulación a un Barrio Popular en la ciudad de La Rioja, Argentina. Esta experiencia surgió por la iniciativa de la Secretaría de Enlace para el Ordenamiento Territorial y el Desarrollo Sostenible (en adelante SEOTyDS)1 perteneciente a la Secretaría General de la Gobernación de la Provincia de La Rioja, Argentina en articulación con la Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social2, perteneciente al Ministerio de Desarrollo, Igualdad e Integración Social provincial. A partir de un acuerdo con el Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat de la Universidad Nacional de Córdoba (INVIHAB UNC) y el Centro de Estudios del Habitar Popular de la Universidad Nacional de Avellaneda (CEHP UNDAV) los investigadores que redactan este artículo desarrollaron tareas de transferencia al equipo de la SEOTyDS, definieron la metodología de trabajo en territorio, guiaron su aplicación y acompañaron el desarrollo del anteproyecto de la plaza lineal. El objetivo del trabajo es revisar el proceso desarrollado a fin de reconocer los alcances y limitaciones de la metodología empleada.
El proyecto se localiza en la ciudad de La Rioja, capital de la provincia homónima ubicada en el noroeste argentino. El protagonismo de la región en las luchas federales de la primera mitad del siglo diecinueve condicionó su posterior relegación en la organización de la infraestructura productiva y administrativa del país hasta gran parte del siglo veinte. Sin embargo, especialmente desde el siglo XXI, el desarrollo urbano de la ciudad se ha visto impulsado, especialmente por grandes obras públicas y programas de vivienda. Este avance de la urbanización propició la creación de la primera Reserva Natural Urbana de la provincia en la ciudad capital, con el fin de salvaguardar un sector del cauce del Río Los Sauces del avance antrópico. En este marco se sancionó en 2021 la ley provincial Nº10.464 que institucionalizó a la Reserva Natural Urbana (RNU) Takú. Esta reserva se ha constituido en uno de los principales espacios verdes de escala urbana –cuenta con 25 hectáreas- en la ciudad con la particularidad de que no se trata de un parque sino de un reservorio de flora y fauna nativa. La creación de esta reserva fue promovida por la SEOTyDS y desde su institucionalización esta dependencia, en articulación con otros organismos estatales, viene desarrollando diversas obras que han permitido el saneamiento ambiental del polígono y su puesta a disposición para la sociedad. En este marco, la SEOTyDS impulsa el desarrollo de una plaza lineal en el límite sudoeste de la RNU Takú para articular este gran espacio verde con el barrio Susana Quintela.
El barrio Susana Quintela se originó como una toma organizada de tierras en el año 2016 llevada adelante por 16 familias vulnerables que fue creciendo hasta consolidarse con más de 200 familias. Desde el año 2021 este barrio es beneficiario del Plan Angelelli, una política pública provincial creada por del Decreto FEP Nº 1330/20 cuyo objetivo es la urbanización in situ de barrios populares. El plan cuenta con distintas líneas de acción orientadas a la provisión de infraestructuras básicas, la formalización del espacio público y la construcción de viviendas nuevas y mejoramientos habitacionales en los barrios vulnerables de la provincia. En el caso particular del barrio Susana Quintela, esta política abordó la extensión de infraestructuras y hasta el momento se han entregado 94 soluciones habitacionales. En este contexto, una serie de familias que se asentaban sobre el barranco que vincula el barrio con la RNU Takú, fueron trasladadas a otro sector, más seguro, dentro del mismo barrio. Con lo cual, se liberó un terreno longitudinal de 3700m2, disponible para el desarrollo de una plaza lineal que sirva de transición entre la reserva y las dinámicas cotidianas del barrio (Figura 1).
Figura 1. Localización del proyecto. Fuente: Elaboración propia.
El contexto urbano de inserción de este proyecto se caracteriza por una alta complejidad socioambiental, lo que puso de manifiesto la importancia de abordar el diseño del parque lineal en articulación con los vecinos del barrio Susana Quintela. Por su parte, la propia situación de inestabilidad de la barranca y las difíciles gestiones que son necesarias en el Estado para el desarrollo de obras públicas, hizo que el proceso de diseño debiera ceñirse a un tiempo acotado. Considerando este contexto, la estrategia de trabajo se planteó a partir de jornadas de transferencia e instancias intensivas de trabajo en el territorio para elaborar un anteproyecto a partir de la construcción de consensos junto a los vecinos del barrio.
La participación y el diseño
Desde una definición de diccionario, la participación implica, simplemente, tomar partido en algo. Su significado se complejizó durante las décadas de los sesenta y setenta, cuando el término se incorporó en diferentes disciplinas asociado a las transformaciones culturales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Como un reflejo de esta efervescencia política, a fines de la década del sesenta, Sherry Arnstein (1969) definía la participación como:
La estrategia mediante la cual los desposeídos se unen para determinar cómo se comparte la información, se establecen objetivos y políticas, se asignan recursos, se elaboran programas, se distribuyen beneficios como contratos y subsidios. En resumen, es el medio por el cual pueden inducir una reforma social significativa que les permita compartir los beneficios de la prosperidad de la sociedad. (p.216)
En las disciplinas relacionadas con el hábitat, Víctor Pelli (2007, p.68) considera la participación como la incorporación de los destinatarios de las acciones de transformación “en calidad de agentes activos en las decisiones [...] más allá del papel específico, pasivo de receptores o destinatarios/usuarios de esos productos”. Continuando la perspectiva planteada por Arnstein (1969, p.70), esta definición promueve “una redistribución [...] de poder de gestión y una reducción de distancias de relación social” entre quienes impulsan la transformación del hábitat y quienes viven sus efectos.
Dentro de los diversos procesos que inciden en el hábitat (diagnóstico, planificación previa, proyecto, construcción, mantenimiento, administración y evaluación posterior), las características del encargo permitían incorporar la participación solamente durante la elaboración del proyecto. Para situarse en este campo específico, se retomó a Raquel Pelta Resano (2022) para considerar el diseño participativo como “la implicación de los usuarios en la toma de decisiones durante el proceso de diseño”.
Con este respaldo teórico se comenzó a construir una metodología -en cuanto concatenación de técnicas guiadas por criterios preestablecidos y utilizando instrumentos específicos- apropiada para las particularidades del pedido. Específicamente, esta metodología de diseño participativo se orientó al trabajo desde entidades estatales, buscando adaptarse al funcionamiento de los diferentes estamentos de gobierno (municipales, provinciales o nacionales) que implementan acciones de transformación sobre las condiciones de hábitat en el territorio.
Existen múltiples antecedentes de diseño participativo que interactúan en mayor o menor medida con dependencias estatales, aunque por lo general evidencian cierto grado de excepcionalidad, como experiencias piloto, intercambios puntuales con ONGs, o equipos autónomos de activismo, militancia o extensión universitaria. Como casos reconocidos cabría mencionar el conjunto de viviendas de Mexicali, Baja California, del equipo de Christopher Alexander (Ruesjas, 2012) o el Plan Piloto para Villa 7 en Mataderos (Massidda, 2017), ambos enmarcados en coyunturas muy particulares que limitaron su posterior replicabilidad.
Las enseñanzas de este tipo de experiencias contribuyen a la gradual construcción de metodologías que pueden incorporarse en el repertorio de herramientas de intervención estatal desde un mayor anclaje institucional y cierta garantía de estabilidad en el tiempo. Se trata de un camino, ya iniciado por profesionales e investigadores de la talla de Jorge Mario Jáuregui (2012) o Mariana Segura (2018), que procura adaptarse específicamente a la lógica estatal, con sus posibilidades (en cuanto a reconocimiento, recursos, extensión) y sus limitaciones (sus horarios, jerarquías, compartimentaciones, calendarios políticos).
El desafío implícito del trabajo es plantear una redistribución del poder de decisión sobre el proyecto desde un ámbito con estructuras de mando bastante consolidadas y frecuentemente criticado en los textos de algunos pioneros de la participación en arquitectura, como John Turner (1968), John Habraken (1975) o Colin Ward (1977).
Pese a las diferencias con respecto a la concepción sobre el Estado, el aporte de estos autores pioneros fue fundamental para orientar las técnicas e instrumentos a emplear en el territorio, como, por ejemplo: trabajar con la gente (más que para la gente); propiciar la escucha; recuperar las memorias de la población; partir desde los deseos; apoyarse en la indefinición y la flexibilidad de usos; y, aportar al diseño desde la vivencia en el sitio.
En primer lugar, se propone abordar el proyecto en pie de igualdad con los vecinos, que son quienes mejor conocen los problemas y potencialidades del lugar a intervenir. Siguiendo las ideas de Turner (1968) se buscó trabajar con la gente, en lugar de para la gente. Esto no implica dejar de lado auténticas vocaciones de servicio, sino integrarlas en un esquema que respeta y pondera las capacidades y preferencias de la población en su constante lucha por mejorar su entorno.
Este sentido igualitario exige una postura de apertura y escucha constante, que permita revertir una inercia histórica de imposiciones y normalización sobre la población de menores ingresos, excluida del mercado formal y arrojada a la informalidad de los intersticios urbanos y las tomas de tierra. Lucien Kroll, entrevistado por Verdaguer y Kroll (1999), destacaba la escucha como una auténtica ruptura con respecto a la ortodoxia disciplinar:
Acercándose a las personas, estando con ellas (sin considerarnos diferentes de ellos), entendiéndolas, escuchándolas (no hace falta ni siquiera preguntarles, pues nunca les cuesta hablar), se aprende mucho, a condición de ponerse en ‘estado receptivo’, pues se trata de entenderles y comprenderles honestamente [...] Es así como pueden llegar a realizarse proyectos de arquitectura coherentes pero más complejos de lo que el ego del arquitecto oficial desea. (párr.4)
También es importante destacar la intención de iniciar el proceso de diseño en la recuperación de las memorias espaciales de la población (Alexander, 1981), buscando contactar a los vecinos con sus recuerdos sobre espacios públicos conocidos para identificar sus preferencias con respecto a la temática. En ese sentido se propuso comenzar el proceso de diseño evocando nociones difusas o deseos generales de los vecinos, sin plantear desde el comienzo un repertorio de soluciones tipificadas, ni mostrar ejemplos concretos, para evitar inducir una asociación lineal con resoluciones formales muy precisas. Se trata de evitar que el preciosismo gráfico y las imágenes acabadas coarten el gradual proceso de toma de decisiones a través del cual las ideas van cobrando mayor definición hasta adquirir características volumétricas y espaciales. Se trata de sortear restricciones impuestas y tomar como punto de partida los deseos más auténticos y profundos de la población. Como decía Rodolfo Livingston (2007), “al soñar, [cada participante] comienza a vislumbrar otras alternativas, y de ese modo, los prejuicios comienzan a perder el carácter de modelo único” (p. 153). A lo largo del proceso, el proyecto debe ir adecuándose a las condicionantes existentes, pero la imaginación colectiva no debe restringirse de manera anticipada:
Esta participación, convenientemente instrumentada, formará una nueva concepción y una nueva forma de evaluar la arquitectura, que no partirá de lo que el usuario pide sino de lo que éste realmente quiere, de una verdadera interpretación de sus necesidades profundas en relación con el hábitat. (Livingston, 1993, p.207)
En la intención de reducir la distancia entre el conocimiento técnico y el saber vivencial de los vecinos, se busca fomentar la confianza mutua incluyendo una amplia gama de actividades lúdicas para apelar a un espíritu participativo usualmente vedado por el productivismo y los roles socialmente asignados. Se trata de introducir el juego, no en su carácter competitivo, sino por el contrario, como práctica colectiva descontracturada, con reglas consensuadas (Huizinga, 2007), en la cual emergen actitudes solidarias y empáticas. Mientras se construyen vínculos solidarios, se registran comentarios, opiniones sutiles, gestos de aprobación o rechazo, toda una gama de posicionamientos frente a las decisiones proyectuales que suelen permanecer ocultos en la formalidad de los procesos consultivos orientados solamente a verificar las propuestas de los técnicos.
Por su parte, se procuró evitar la jerga arquitectónica que asocia el programa de actividades con una distribución matemática (subdividiendo el espacio) de sectores monofuncionales. Frente a esto, se adaptaron al diseño de espacios públicos las ideas planteadas por Habraken (1979) con respecto a la vivienda, cuando identificaba usos estables y dinámicos. Se propuso poner el énfasis sobre las actividades más que en el nombre de los espacios o mobiliarios, para abrir el diseño hacia la complementariedad, la dualidad, el solapamiento, lo híbrido e indefinido. Esta postura se opone al zoning de usos unívocos, criticado por autores como Jane Jacobs (1967), Robert Goodman (1972) o Henri Lefebvre (2013) por implicar una simplificación racional totalmente alejada de la complejidad, inestabilidad -e incluso- imprevisibilidad de la apropiación del territorio por parte de la población.
Finalmente, un último parámetro para orientar las acciones, está relacionado con la propuesta de apoyar el diseño sobre las múltiples percepciones que permite la experiencia vivencial en el sitio. Mientras la abstracción simplificada de las piezas gráficas requiere cierta preparación técnica por parte de los participantes para lograr comunicar ideas espaciales, el trabajo en el sitio, apoyado en la orientación, la percepción de la escala real, el movimiento, las sensaciones hápticas y auditivas brindan más elementos para terminar de entender la naturaleza de las decisiones a encarar desde el diseño. Entendiendo las limitaciones del trabajo sobre láminas y representaciones bidimensionales (Lynch, 1984), se retoman las ideas de Christopher Alexander (1981) en la intención de recorrer y replantear las decisiones proyectuales en el terreno, para terminar de ajustar el proyecto a partir de la experiencia colectiva en el sitio.
Dinámicas en el territorio y anteproyecto
La reconstrucción del trayecto que se presenta en este apartado se apoyó en la observación participante, el registro detallado de las actividades desarrolladas y en entrevistas semiestructuradas realizadas a los involucrados en el proceso.
El proceso comenzó con tareas preliminares de logística y transferencia. Al contar con un periodo de trabajo acotado, las vinculación y convocatoria de los vecinos del barrio Susana Quintela estuvo a cargo de la SEOTyDS en articulación con la Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social. Para esto, se elaboraron banners que sirvieron para la divulgación digital de los encuentros de trabajo en el barrio (Figura 2). Por su parte, se desarrolló una instancia de transferencia con el equipo de diseño3 de la SEOTyDS, sobre los principales aspectos teóricos y metodológicos del diseño participativo. Esta reunión de equipo sirvió también para coordinar las tareas de logística previas y para que cada miembro del equipo asumiera roles específicos como: guías, observadores y logística.
Los guías fueron los encargados de conducir las dinámicas, pautando el tiempo de trabajo y registrando los resultados acordados en paneles visibles a la totalidad de los participantes. Los observadores debían también realizar registros, pero en cuadernos no accesibles al resto de los participantes, que pudieran servir para retroalimentar el proceso. Así mismo, debían arbitrar la participación de los técnicos para priorizar la voz de los vecinos y corroborar que las opiniones y acuerdos puedan ser escuchados por todos los participantes.
Quienes cumplían el rol de logísticas, estaban abocados a tareas de soporte como la atención sobre la disponibilidad de los elementos (sillas, sonido, atril, estacas, cintas, elementos de dibujo); registro fotográfico y audiovisual; y contribuir con los requerimientos de todo grupo humano amplio, auxiliando a quien pudiera tener un imprevisto (siempre hay algún niño que se tropieza) o ayudando a las personas con movilidad reducida en las dinámicas que implicaban desplazamiento por el terreno. Por su parte, los coordinadores -autores de este artículo- debían encargarse de la apertura y cierre de las dinámicas, asistiendo a los guías durante el desarrollo.
Figura 2. Banners de difusión de los encuentros en territorio. Fuente: SEOTyDS.
El trabajo en el territorio junto a los vecinos se realizó en dos jornadas en el mismo sitio de emplazamiento de la plaza lineal. Cada encuentro se desarrolló a partir de dinámicas lúdicas y recorridos que estuvieron orientados a alcanzar un mínimo de resultados que garantizara la continuidad del proceso.
La primera jornada se trabajó alrededor de tres dinámicas. La primera, estuvo enfocada a fortalecer el vínculo entre las instituciones estatales y los vecinos. Para esto se realizó una presentación del equipo y los vecinos y se establecieron los objetivos de la jornada al igual que algunos parámetros de seguridad debido a la proximidad con la barranca. A continuación, se propuso un juego de adivinanzas orientado a evocar, desde el recuerdo, el uso frecuente o la imaginación, espacios públicos abiertos. De este modo, algunos vecinos describían las características más sobresalientes de esos espacios y el resto de los participantes adivinaban el nombre del lugar. Esto se enriqueció con preguntas por parte de los coordinadores mientras, los guías tomaban nota en paneles de las actividades y cualidades que emergían del diálogo. Los participantes aportaron valiosas referencias, que constituyen insumos proyectuales para comenzar a delinear la propuesta (Figura 3).
Figura 3. Dinámica lúdica para registrar actividades y cualidades
Vdel espacio público. Fuente: SEOTyDS.
La última dinámica se dividió en dos momentos. En primer lugar, se revisó colectivamente el listado de actividades y cualidades que se obtuvieron de la instancia anterior. A partir de un debate grupal, orientado con preguntas que guiaban a pensar esas actividades y cualidades en el sitio de emplazamiento, se depuró la lista. Seguidamente, se realizó un recorrido del terreno en dos grupos. Para dividir los grupos de trabajo, se entregó al azar a los participantes, a modo de souvenir, un calco explicativo de la flora y fauna de la RNU Takú como constancia y agradecimiento por el trabajo realizado, y como una forma de fortalecer el vínculo entre los vecinos y el entorno (Figura 4).
Figura 4. Calcos de flora y fauna de la RNU Takú para la
división en grupos. Fuente: SEOTyDS.
La estrategia de los calcos refuerza la pertenencia grupal identificando a los presentes como parte de un equipo de trabajo, y, ayuda a la difusión para sumar otros vecinos en instancias posteriores. Cada grupo avanzó desde un punto diferente del predio, liderado por distintos coordinadores, para que cada deriva cuente con diferentes asesoramientos y distintas secuencias de aproximación y movimiento. Durante el recorrido, se realizó junto a los vecinos una espacialización de las actividades y se reconocieron ventajas y desventajas propias del contexto de terreno (Figura 5).
Figura 5. Recorrido grupal por el terreno. Fuente: SEOTyDS.
La primera jornada de trabajo en el territorio permitió alcanzar una serie de insumos de diseño. Por un lado, un listado consensuado de actividades y cualidades que, a pesar de ser bastante abstractas, permitieron reconocer aspiraciones y preferencias transferibles a un anteproyecto. Por otro lado, una serie de mapeos de los recorridos con la espacialización de esas actividades y el reconocimiento de las cualidades inherentes al sitio. Con ese material, el equipo de diseño comenzó a ensayar el anteproyecto. El contar con distintas alternativas de espacialización de actividades lejos de ser una desventaja, permitió plantear algunas disyuntivas a resolver en la segunda jornada. Para el segundo encuentro los coordinadores prepararon tres paneles para exponer los avances del anteproyecto y una encuesta individual sobre las disyuntivas a resolver (Figura 6).
Figura 6. Encuesta de opiniones individuales. Fuente: SEOTyDS.
La segunda jornada en territorio, comenzó con una breve exposición del borrador de anteproyecto realizado por el equipo de diseño. Los coordinadores explicaron que se trataba de un esquema provisorio porque incluía dos disyuntivas. Se revisaron, desde un punto de vista técnico las ventajas y desventajas de cada una y los vecinos aportaron diferentes puntos de vista a nivel individual. Antes de cerrar la discusión grupal, se instó a los vecinos a realizar un segundo recorrido en el sitio (Figura 7). Para este recorrido, el equipo de trabajo demarcó previamente en el terreno las actividades propuestas a fin de llevar a la escala la planimetría del anteproyecto.
Figura 7. Recorrido orientado a la revisión en el sitio del borrador de
anteproyecto. Fuente: SEOTyDS.
Una vez terminado el recorrido, se estableció un debate grupal que permitió resolver las disyuntivas planteadas que fueron plasmadas en los mismos paneles que se usaron para exponer el anteproyecto. Para cerrar el encuentro se invitó a los vecinos a compartir su opinión sobre el proceso y luego de escuchar un par de apreciaciones (muy satisfactorias), la SEOTyDS agradeció por la buena predisposición de los participantes en un breve discurso de carácter institucional (Figura 8).
Figura 8. Discusión colectiva de las disyuntivas del anteproyecto. Fuente: SEOTyDS.
Esta segunda jornada de trabajo en el territorio permitió depurar la propuesta de anteproyecto y definir, a través del consenso con los vecinos, algunas disyuntivas específicas. A partir de esto, se continuó el camino proyectual trazado en el borrador de anteproyecto. Nuevamente el material resultante de la jornada en territorio sirvió como insumo de diseño: los paneles que fueron usados para plasmar los resultados del debate colectivo y las encuestas individuales.
Como síntesis de la metodología empleada, el siguiente flujograma describe las instancias del diseño participativo (Figura 9).
Figura 9. Flujograma del proceso de diseño participativo. Fuente: elaboración propia.
A partir de este proceso, en un plazo acotado, y trabajando en periodos intermitentes debido a otras exigencias que abordaba la SEOTyDS en paralelo, el equipo de diseño (con asistencia virtual de los autores de este artículo) elaboró un anteproyecto cuyas cualidades principales ameritan una descripción detallada.
Descripción del anteproyecto
Retomando un pedido de los vecinos, el espacio público proyectado enfatiza el vínculo con la ciudad generando un ingreso franco desde el este, acceso más cercano a la avenida de circunvalación y a la red de ciclovías. En dicho punto, una pequeña plaza seca sirve de bienvenida dando paso a una franja de solado, plana y accesible, que invita a recorrer la totalidad de la plaza en sentido este-oeste. El paseo lineal, paralelo a la barranca, permite engarzar las infraestructuras necesarias para realizar las diferentes actividades propuestas por los vecinos.
De este modo, se disponen a lo largo del terreno: áreas recreativas para las infancias: un manto vegetal para picnics; mobiliario urbano para realizar ejercicio aeróbico; un lugar para realizar ferias; un espacio flexible semicubierto; y, con la sierra del Velasco como telón de fondo, un teatrino para realizar eventos significativos para los vecinos, como la fiesta del día del niño y el pesebre navideño.
Junto al sendero peatonal, una cinta roja acompaña la circulación aportando sombra ante la intensa radiación solar de La Rioja y enmarcando las visuales hacia la reserva que los vecinos señalaron como potencialidades del sitio. Al proponer esta idea, los integrantes del equipo de diseño recordaban el comentario de una vecina cuando propuso “un lugar donde se puedan sacar la foto las quinceañeras”.
También hay que mencionar que esta cinta, del mismo color que utiliza el logo de la gestión, retoma un recurso arquitectónico utilizado en las unidades de vivienda construidas en el barrio por el gobierno provincial a través del Plan Angelelli. Por lo cual, refleja un sincretismo entre el aporte de vecinos, técnicos y funcionarios, una verdadera metáfora sobre el espacio público, siempre cargado de las vivencias de quienes lo habitan cotidianamente, las preexistencias proyectuales de los técnicos y los significados políticos que atraviesan a toda la sociedad (Figura 10).
Figura 10. Anteproyecto. Fuente: SEOTyDS.
Alcances y limitaciones de la estrategia planteada
La revisión posterior del trabajo realizado invita a reflexionar sobre tres debilidades encontradas:
D1. Reducción del escaso tiempo disponible en territorio por retrasos en el comienzo de las dinámicas: Las jornadas de trabajo comenzaron un poco más tarde de lo previsto por una serie de motivos, como, por ejemplo, el intenso calor de la tarde, la necesidad de trasladar los elementos necesarios, como sillas, pizarra y gazebos y, principalmente, debido a la llegada dispar de los vecinos, que se encontraban realizando algunas tareas habituales de los días de semana.
D2. Dificultades en la comunicación gráfica: La diagramación de las láminas utilizadas en el segundo encuentro en territorio presentaba ciertos inconvenientes para su comprensión en ámbitos colectivos de personas poco acostumbradas a la lectura de planos. Por ejemplo, las piezas gráficas se disponían con el norte hacia arriba, siguiendo las convenciones arquitectónicas, cuando en realidad, por la posición de los participantes y la pizarra en el territorio, hubiera convenido que los planos se coloquen al revés. Para facilitar su interpretación, se procedió a dar vuelta los paneles, pero esto impedía la lectura de los textos, por lo cual, los miembros de equipo debían girarlos constantemente.
D3. Fallas en el registro escrito de las dinámicas. El proceso evidenció cierta dificultad en el registro de las observaciones que emergen durante las dinámicas participativas y su posterior transmisión al equipo de diseño para utilizarlas como insumos o pautas de diseño. Muchas de las observaciones que después guiaron el diseño no se registraron en el momento en que se estaban produciendo las dinámicas, sino que se fueron reconstruyendo posteriormente, desde el diálogo entre todos los miembros del equipo presentes en la jornada.
Del mismo modo, resulta fundamental poner en valor las siguientes fortalezas de la metodología empleada:
F1. Respaldo institucional: La posibilidad de generar un espacio de trabajo respaldado por el Estado, con la presencia de funcionarios públicos para abrir y cerrar las jornadas de trabajo, permitió evidenciar compromiso y seriedad a la hora de encarar las dinámicas. En términos generales, el marco institucional contribuye a garantizar cierta continuidad, o al menos, la posibilidad para los vecinos de mantener el diálogo iniciado durante el proceso de diseño con personas que tienen que rendir cuentas sobre su trabajo a lo largo de un periodo de gestión relativamente estable.
F2. Planificación flexible: La programación, con tiempos acotados, pero también con cierta flexibilidad, resulta muy adecuada ante la inestabilidad de las prácticas grupales en el territorio. Cada dinámica estaba orientada a obtener una serie de resultados máximos y mínimos de acuerdo a la respuesta de los participantes. Hay que destacar que, si bien las jornadas comenzaron más tarde de lo previsto, obligando a reprogramar el cronograma, este contratiempo se vio ampliamente compensado por la buena predisposición del equipo y los participantes que permitieron alcanzar resultados óptimos en cada una de las dinámicas desplegadas.
Más allá de este breve repaso sobre la implementación metodológica, también deberían destacarse una serie de enseñanzas generales, para aportar a futuras intervenciones de carácter similar:
E1. En primer lugar, a partir de las jornadas de trabajo, pudo notarse que la mejor manera de convocar a los vecinos es la presencia en el sitio, trabajando desde temprano e iniciando las tareas lo antes posible. Al notar que se despliegan actividades grupales, las personas se acercan, preguntan de qué se trata y, por lo general, se suman a participar. Siguiendo a Jane Jacobs (1967) y Jan Gehl (2015), las personas, como seres gregarios, disfrutan observando a otras personas. Por eso es importante comenzar a preparar el espacio de exposición y diálogo desde temprano, instalar elementos de señalización y prever dinámicas para realizar junto a los primeros vecinos en llegar.
E2. Como un aprendizaje particular de este contexto específico, hay que tener en cuenta, a la hora de diseñar y gestionar la intervención, el intenso uso que tienen este tipo de bordes urbanos por parte de los vecinos, incluso cuando carecen de cualquier acondicionamiento de infraestructura.
Pese a constituir una espalda del barrio, una barranca sin contenciones ni vínculos formales con la ciudad, y quizás un poco a causa de ello, hay una serie de usos informales que pueden servir como antecedentes para fortalecer el vínculo con las dinámicas urbanas. Muchos de esos usos, como, por ejemplo, el cruce peatonal hacia una avenida cercana o el espacio de juego de los niños pueden conservarse y enriquecer el proyecto. Un punto a favor de esta intervención es que la porción de territorio arquitecturizada permite generar un ingreso formal a una vasta porción de territorio que, en su calidad de reserva natural, todavía conserva la sensación de misterio y autenticidad de esos espacios que escapan al frenético proceso de urbanización, fragmentos que Ignasi de Solá Morales (2002) mencionaba como terrain vagues.
E3. En referencia a los grupos etarios, se constató que los niños requieren dinámicas especiales, guiadas en espacios diferentes a las dinámicas realizadas para el resto de los vecinos. En un principio, las actividades de recreación propuestas por la Secretaría de Desarrollo Social no convencían a los coordinadores por considerar que es necesario contar con la opinión de los niños a la hora de tomar decisiones.
Sin embargo, cuando los niños estuvieron abocados a las actividades de entretenimiento, hubo mayor fluidez en el diálogo y el intercambio de ideas. La intención de generar debates en grupos etarios heterogéneos despierta entusiasmo desde un ideal de pluralidad, pero revela ciertas dificultades prácticas en su implementación. Al coordinar grupos amplios donde hay muchos niños, se corre el riesgo de adecuar las prácticas según su comportamiento -como grupo más demandante- e infantilizar al resto de los asistentes. Además, el diseño de un espacio público, como toda propuesta de reorganización de recursos materiales, implica conflictos y discusiones que pueden resultar algo complejas o aburridas para los niños. Por supuesto, los beneficios de incorporar las opiniones de los niños pueden alcanzarse cuando se dispone de tiempo suficiente, o un equipo más amplio, como para desdoblar el grupo de participantes e implementar actividades específicamente orientadas según los diferentes grupos etarios.
E4. Una cuarta enseñanza, que incluye una reflexión desde la perspectiva de género, recala en el diferente comportamiento grupal según el género de las personas. En la primera jornada de trabajo en el sitio, pese a que se había previsto una estrategia para distribuir los grupos de manera diversa y ecuánime, los pocos adultos varones que participaron se ubicaron en un grupo coordinado y guiado por técnicos varones. Por eso, en la segunda jornada, se conformaron grupos técnicos mixtos.
También se observó una actitud muy diferente en cuanto a la manera de dialogar. Los participantes varones no se dirigían al grupo sino directamente a los técnicos, tal vez por no conocer a las vecinas, pero sin mostrar intenciones de entablar un intercambio de ideas.
Por otra parte, cuando se les preguntaba por opiniones específicas, como, por ejemplo, sobre las características de algo que estaban proponiendo, consideraban que a esas cualidades las debían decidir los técnicos. Por el contrario, en las mujeres se veía mayor predisposición a discutir, proponer y reformular a partir de lo que aportaba el resto de los participantes. Las mujeres expresaban, principalmente necesidades colectivas, y, eventualmente, anhelos personales. Con lo cual, consideraban sus opiniones más abiertas al debate. En pocas palabras: el diseño participativo abre a los estudios de género un interesante campo de observación sobre la asunción de las necesidades colectivas por parte de las mujeres y sobre las dificultades de los adultos varones para participar de los debates en pie de igualdad.
E5. Una última observación, puede parecer superficial, pero revela una clave metodológica poco explorada en el ámbito del diseño participativo, aunque ampliamente desarrollada por los referentes de la deriva urbana, como Francesco Careri (2007). Mientras la actividad proyectual suele asociarse al trabajo frente a elementos fijos como paneles, pizarras o maquetas, el equipo técnico constató con cierta sorpresa que la gente participaba y aportaba más mientras se realizaban los recorridos grupales en el sitio. Por supuesto, y tal como lo preveía la metodología implementada, la visita al sitio moviliza nuevas percepciones que motivan el diálogo, pero no habría que pasar por alto las ventajas del método peripatético en cuanto a la posibilidad de generar instancias fluidas, desestructuradas, que rompen la asimetría entre legos y expertos propia de la enseñanza decimonónica.
.
Conclusión
Habiendo señalado debilidades, fortalezas y enseñanzas del camino realizado interesa recuperar la hipótesis de trabajo para aportar una última reflexión sobre la posibilidad de instalar un proceso de diseño participativo, un proyecto surgido desde abajo, a partir de una iniciativa estatal.
Se trata de una discusión política, como toda pregunta acerca del rol del Estado, que suele quedar afuera de los ámbitos de discusión de las disciplinas proyectuales, muchas veces absorbidos por la riqueza de otros temas más estrictamente vinculados a las herramientas disciplinares, como el espacio, la forma o la materialidad. Sin menospreciar estos temas, hay que admitir que toda intervención, por más que se plantee desde la visión más acotada y ortodoxa de la disciplina, se funda sobre un posicionamiento político, pese a que por lo general no sea necesario hacerlo explícito. A lo largo de esta experiencia, ese posicionamiento constituye la espina dorsal de la pregunta de trabajo: ¿Es posible abordar el diseño participativo desde el Estado?
Los pioneros de la participación en arquitectura, citados en este mismo trabajo, como John Turner o Christopher Alexander, construyeron una visión negativa del Estado en un contexto marcado por la industrialización masiva, la oposición de hegemonías políticas, y la descolonización de la segunda posguerra. Quienes retomaron este legado en América Latina comenzaron desde una visión autonomista propia de las ONGs de la década de los ochenta, aunque fueron madurando y modificando su propuesta a medida que se hacía más evidente la consolidación de poderes por fuera de las estructuras estatales, como, por ejemplo, en el mundo de las finanzas. Evidentemente, estos poderes paralelos a la dinámica democrática (o, al menos, electoral) están en interrelación constante con dependencias y funcionarios de gobierno. La renuncia a priori a trabajar con el Estado implica dejar librados sus recursos a estos grupos que han logrado permear, y por momentos monopolizar, desde sus propias lógicas, la acción (o inacción) estatal sobre el territorio.
Por supuesto, el diseño participativo, puede continuar como herramienta privilegiada de aquellos procesos autogestivos que busquen mantenerse al margen de toda lógica de construcción electoral y concentración de poder, incluso cuando puedan parecer utópicos o descontextualizados. Lo que se pretende en este trabajo, no es criticar ese tipo de procesos, sino ampliar los horizontes del diseño participativo. En ese sentido, una herramienta se mejora cuando puede adaptarse a la mayor cantidad posible de circunstancias.
En el peor de los casos, aceptando la concepción más negativa sobre el Estado, los conocimientos colectivos que puedan sembrarse en sus intersticios contribuyen a la construcción de alternativas emancipadoras. En otras palabras, para la construcción de una sociedad horizontal pueden ser de utilidad los conocimientos técnicos (sobre el uso de herramientas) que aportan las experiencias participativas recreadas dentro de la órbita estatal.
En un camino similar, la difusión de metodologías orientadas a democratizar el proceso de toma de decisiones, más allá del ámbito en el cual se implementen, ayuda a construir el consenso necesario para transformar la sociedad hacia un funcionamiento más horizontal. Salvo que el cambio se pretenda instaurar verticalmente desde la imposición de una vanguardia esclarecida. En todos los otros casos, vale la pena apostar por ensayar el diseño participativo desde iniciativas guiadas por el Estado.
Evidentemente, se trata de ensayos siempre imperfectos, algo turbios de acuerdo con la transparencia diáfana de un laboratorio. Las intervenciones sobre el territorio están totalmente contaminadas por múltiples intereses y ambiciones que exceden las nobles búsquedas científicas, y siempre podrán encontrarse manchas para apresurar la renuncia y el rápido retorno a la comodidad del gabinete. Más que el miedo a ensuciarse, este panorama heterogéneo de tensiones bien podría motivar un mayor compromiso. Dentro de las diversas corrientes que disputan el interior de las instituciones, vale la pena aportar instrumentos científicos a las facciones que pujan por democratizarlas, incluso cuando no se apeguen a ningún ideal construido intelectualmente.
La solidez de una herramienta trasciende el contexto en el cual se utiliza. El diseño participativo no puede ser cooptado y arruinado por el Estado. Si el diseño participativo pierde sentido por formar parte del repertorio de instrumentos del Estado, entonces su sentido no era muy sólido.
Retomando el balance realizado durante la discusión de este artículo, podrían sintetizarse las debilidades como errores o dificultades de carácter logístico, previsiones para tener en cuenta con respecto al acondicionamiento del lugar, equipamiento, roles e instrumentos gráficos y de registro. Todas estas dificultades podrían ser corregidas al interior del Estado, y aún más, parece ser un ámbito propicio para intentar resolverlas. Además de la disponibilidad de recursos para abordar estas desventajas logísticas, la estabilidad institucional del Estado permite garantizar cierta continuidad de las experiencias, lo cual favorece el gradual perfeccionamiento de los instrumentos a partir de la evaluación y posterior retroalimentación.
Esta ventaja se relaciona con la primera de las fortalezas observadas en la discusión, referida al respaldo institucional. Con el plus de que el Estado no es cualquier institución, es un entramado de instituciones todavía sensibles a la presión ejercida por la población organizada, y -por lo general y cada vez más- están obligadas a rendir cuentas ante las demandas del territorio. Desde este punto de vista, llevar el diseño participativo a la órbita de las instituciones estatales es plantear la democratización del proyecto no solo en un ámbito disruptivo, sino mejor, en el terreno más fecundo.
Por último, en la idea de incorporar a los vecinos en las decisiones sobre la configuración física de una porción de la ciudad, existe también una construcción de acuerdos sobre lo urbano. En particular, este tipo de intervenciones expresan o transparentan una asunción de roles y responsabilidades sobre el espacio público. Además de recuperar el punto de vista de los vecinos, fortalecen el vínculo entre las dependencias estatales -responsables del diseño, construcción y mantenimiento de los espacios- y la ciudadanía -que usa y cuida lo construido.
Esta experiencia aporta hacia un objetivo que suele aparecer de manera tácita o subyacente en todo proceso de diseño participativo. Mientras se hace explícita la vocación por construir espacios adecuados a las necesidades y preferencias de la población, el diseño participativo incide también -a partir de la implementación e instalación gradual de dinámicas participativas- en el fortalecimiento de una cultura democrática de escucha respetuosa, intercambio de ideas, y resolución empática y solidaria de conflictos. Este segundo objetivo lleva tiempo, se construye gradualmente desde la sumatoria y revisión de experiencias, por lo cual, se espera que el presente artículo contribuya también en dicho proceso.
referencias
Alexander, C. (1981). El modo intemporal de construir. Barcelona: Gustavo Gili.
Arnstein, S. R. (1969). A ladder of citizen participation. Journal of the American Institute of planners, 35(4), 216-224.
Careri, F. (2007). Walkscapes. El andar como práctica estética. Barcelona: Gustavo Gili.
De Solà-Morales y Rubió, I. (2002). Territorios. Barcelona: G. Gili.
Gehl, J. (2015). Ciudades para la gente. Buenos Aires: Infinito.
Goodman, R. (1972). After the planners. Middlesex: Penguin books. Recuperado de https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/4097488/mod_resource/content/1/Goodman_After%20the%20planners.pdf
Habraken, J. (1979). El diseño de soportes. Barcelona: Gustavo Gili.
Habraken, J. (1975). Soportes: Una alternativa al alojamiento de masas. Madrid: Alberto Corazón Editor.
Huizinga, J. (2007). Homo ludens. Buenos Aires: Emecé - Alianza Editorial.
Jacobs, J. (1967). Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid: Península.
Jáuregui, J. M. (2012). Estrategias de articulación urbana. Buenos Aires: Nobuko.
Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing.
Livingston, R. (2007). La vivienda no es un objeto, es un proceso. En Encina, J., Domínguez, M., Ávila, M. Á., Alcón, R. y López, J. M. (Ed), La ciudad a escala humana (139-160). Sevilla: Atrapasueños.
Lynch, K. (1984). Reconsidering the image of the city. En Rodwin, L. y Hollister, R. (Ed.), Cities of the mind (151-161). Nueva York: Springer Science+Business Media.
Massidda, A. L. (2017). Participación en la construcción popular del hábitat. Una revisión del Plan Piloto para Villa 7 en Buenos Aires. Carta económica regional, 29(120), 105-130.
Pelli, V. S. (2007). Habitar, participar, pertenecer. Acceder a la vivienda - Incluirse en la sociedad. Buenos Aires: Nobuko.
Pelta Resano, R. (2022). El diseño participativo en los orígenes del co-diseño. ARXIU. Revista de l’Arxiu Valencià del Disseny, (1), 11-36.
Ruesjas, A. L. (2012). Lessons from the Mexicali Experimental Project. En Krasny, E. (Ed.), Right to Green: Hands-On Urbanism 1850-2012 (200-302). Hong Kong: MCCM Creations.
Segura, M. (2018). Ciudades, entre el márketing y la participación. Recuperado de http://www.proyectohabitar.org/opinion/ciudades-entre-el-marketing-y-la-participacion-por-mariana-segura/
Turner, J. (1968). Uncontrolled urban settlement: problems and policies. International social development review, (1), 107-128.
Verdaguer, C., y Kroll, L. (1999). Entrevista a Lucien Kroll. “Es más importante ser contemporáneo que moderno”. Ciudades para un Futuro más Sostenible. Recuperado de http://habitat.aq.upm.es/boletin/n9/acver.html
Ward, C. (1977). Prólogo a la edición británica. En Turner, J. (Ed.), Vivienda, todo el poder para los usuarios: hacia la economía en la construcción del entorno (17-22).
Rol de Contribución |
Autor (es) |
Conceptualización |
Mariel Ávila, Juan Santiago Palero |
Análisis formal |
Mariel Ávila, Juan Santiago Palero |
Investigación |
Mariel Ávila, Juan Santiago Palero |
Discusión de los resultados |
Mariel Ávila, Juan Santiago Palero |
Revisión y aprobación de la versión final |
Mariel Ávila, Juan Santiago Palero |